Sigue la Navidad; Biblia y vida
Por P Manuel Antonio Garcia
Arquidiócesis de Santo Domingo.
Después del 25 diciembre sigue la Navidad de Jesús. Es un tiempo para que recordando su genealogía retornemos a nuestra infancia y a los familiares con quienes crecimos, pensemos en aquellos con los que no compartimos mucho y para que nos reconciliemos con los momentos difíciles que nos tocó vivir a cada uno. Nadie tiene una historia similar a otra persona. Es única. Los momentos pasados a los que podemos llamar traumáticos pueden ser transformados en experiencia de resiliencia para dar pasos adelante y facilitar la existencia de quienes nos rodean con buena intención.
El Evangelio de San Mateo nos indica que Jesucristo, por la descendencia de su Padre Adoptivo San José proviene de Abraham, el Padre de la Fe del Pueblo de Dios liberador, providente de la tierra y de una familia. Descendiente del linaje real de David, pobre y débil pastor, el más pequeño de sus hermanos cuya decencia llegará hasta la misión única de San José, el hombre justo y fiel a Dios y a su nueva familia.
Los progenitores que nos dieron la vida tuvieron esa misión tan especial de traernos a este mundo para sembrar y construir y mejorar en el nombre del Señor esta sociedad. Son tantas las personas buenas con las que nos hemos topado en cada etapa, sin ser necesariamente creyentes, cercanos o beneficiarios nuestros. Fueron Reyes Magos con su mirra para la hora de la enfermedad, los peligros, el dolor y nuestra salud. Fueron con su oro nuestra provisión cuando padecimos del hambre, del techo, de los descalabros económicos y las carencias para lo más básico de transporte, medios para los estudios, para el vestido, los servicios básicos de la vivienda, y las problemáticas familiares, entre muchos otros. Y con su incienso nos enseñaron que Dios existe, que es bondadoso, que hay que buscarlo siempre y servir a otros que están bien necesitados y más desesperados que nosotros ante los problemas, que todo tiene solución, incluso la muerte para todo el que tiene fe en el Niño Dios y su Sagrada Familia. La luz brillará en medio de la más densa oscuridad.
Para todos los inmigrantes, en Navidad se nos recuerda que la Familia del Recién Nacido tuvo que huir a Egipto. La Virgen recién parida, San José sin trabajo ni recursos y con el Bebe Dios en brazos porque el Tirano Herodes le buscaba para matarle. En medio de la Navidad contemplamos el holocausto de los recién nacidos a manos del Rey Megalomano. Pequeños angelitos que subieron al Cielo y que prepararon el sacrificio pascual de Jesucristo en la Cruz del Calvario. No podemos entender. Nos cuesta congeniar la imagen del Dios Amor con el que permite que los seres humanos hagamos maridaje con el mal en grado sumo que propia la muerte de inocentes niños por hambre, la violencia de la guerra, la interrupción del embarazo, por la falta de padres con la madurez adecuada de darles una vida digna y no someterlos a maltratos y trabajos forzados, así como de protegerlos de los abusadores de menores. La Fe Católica nos dice que esos indefensos hijos de Dios ya están en el cielo, junto a todos aquellos que por causas naturales murieron a temprana edad.
El lugar en que crecimos, los lugares a los que tuvimos que mudarnos, con los nuestros, o solos, o con personas muy buenas o con aquellos con los que nunca hubiéramos deseado convivir, la vuelta a la tierra de origen, lo hubiésemos deseado o no, constituyen ese eterno comenzar de nuevo que es la vida humana. Siempre hay que comenzar desde abajo, en especial cuando uno cree que lo ha alcanzado todo en la cima más alta de sus sueños e ideales. No hay mal que por bien no venga. Nos haga más humilde, si eso no nos mata. Nos hará revalorar, reemprender aquello para lo que no teníamos tiempo, nos hará comprender que el silencio, la oración, el bajo perfil y el anonimato puede convertirse en un excelente trampolín para fomentar disciplinas y áreas que desarrollen nuestra salud física, espiritual y anímica.
Nazaret se convertirá por muchas décadas en el Hogar de Jesús, José y María. Lejos de la capital santa, Jerusalén. Nuevos vecinos, lugar del desarrollo laboral de San José, el Carpintero, y María Santísima poder dar calor a su familia con la ropa, el alimento, la limpieza, el cariño, la práctica religiosa y su sencillez sobria como corresponde a toda verdadera mujer, madre y compañera consagrada en cuerpo y alma a Dios y a los suyos.
La familia lo es todo. En ocasiones algunos familiares y cercanos pueden resultar tóxicos en extremo, sin respetar los límites de la dignidad de cada uno de los que comparten vínculos sanguíneos. También personas que dan un giro negativo a su postura y opciones de vida, y que poco aportan a la autovaloración de quienes fueron buenos amigos, cercanos y oferentes, pero ya no más. Con actitud permanente de ayuda en casos de necesidad, la distancia es la mejor opción. Suena esto muy mezquino. En casos de maltrato, irrespeto, humillaciones, abuso laboral, manipulación y conductas inmorales es lo correcto de hacer.
En cambio, la familia de la Virgen María se caracterizaba por la Fe en el Dios de Israel, en el servicio mutuo, en el acompañamiento a los ancianos, en la promoción de la vocación de cada uno de sus miembros. Tal el caso de Zacarías, su esposa Santa Isabel y San Juan Bautista que en Navidad nos señala al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo a la hora del Bautismo de Jesus, con el que se cierra en el próximo domingo 12 de enero este tiempo litúrgico fuerte.
No olvidemos que, en Navidad Cristo en el vientre de María, no encontró posada. Solamente en un establo maloliente y oscuro. Probablemente era una cueva para que los animales estuviesen protegidos de las inclemencias del clima y de los ladrones. Nadie más que San José y la Virgen fueron los testigos del nacimiento del Hijo Único de Dios, y los únicos visitantes inmediatos fueron los pastores de ovejas, que en su época no eran bien vistos ni su oficio tenido en alta estima, sino todo lo contrario.
No olvidemos nuestros orígenes. Constantemente volvamos a ellos. Agradezcamos tanto y tanto. Demos gracias en Misa o en los servicios religiosos de la fe que usted practique por todo. Nuestros días cobran sentido cuando ayudamos a quienes no tienen como agradecernos y son buenas personas. Los días seguidos a la Navidad se medita en la infancia del Adolescente Jesus y del inicio de su ministerio sacramental. Hasta entonces miremos que el vaso está lleno por la mitad y no medio vacío.