El Apocalipsis de San Juan de acuerdo al magisterio de la iglesia católica (segunda parte)

Por P. Manuel Antonio Garcia Salcedo

La Segunda entrega de este comentario a la obra de Prevost, este biblista que tantos escritos, estudios, de manera muy objetivada, nos ha legado, y especialmente en la temática del Apocalipsis, con los Cuadernos Bíblicos de la editorial Verbo Divino, y también de esta serie de la misma editorial, la Colección Para Leer Para Vivir Para Cono Conocer Para Comprender.

 El tomo Para Leer el Apocalipsis nos explica el tal cual comienza el libro, Apocalipsis de Jesucristo, en su idioma original, como todos los libros de las que conforman las Sagradas Escrituras, tienen su importancia desde la primera frase, el sentido de todo el libro. Nos damos cuenta de cuál es el género literario.  No es lo mismo un libro de oraciones, de poesías bíblico, o un libro épico, un libro profético, un género tipo Evangelio o tipo epístola, o tipo Hechos De Los Apóstoles, que un libro de género literario apocalíptico. Esta es la primera clave para conocer el contenido del mismo libro.

 Apocalipsis, palabra griega que en castellano significa revelación, tal como dice el versículo primero del capítulo 1, revelación de Jesucristo. Cristo mismo, Cristo fuente, Cristo el mediador, el que comunica la revelación divina, o una revelación acerca de la persona de Jesús como el objeto de nuestra adoración, de nuestro seguimiento y nuestra meta a alcanzar.

Dos sentidos del Cristo que comunica, del Cristo que revela o del Cristo que nos lleva a su propia persona, que se complementan.

La conclusión que sacamos: Cristo sujeto y Cristo objeto de nuestra atención, de nuestra relación con Dios y la Iglesia. Recalcamos, como en el artículo anterior, el tema de las visiones desconcertantes, nunca agotadas en sí, porque el objetivo de la obra, como se llama en el estudio de las Sagradas Escrituras: género de la apocalíptica cristiana, la obra de un visionario nunca agota su mensaje, tiene esa riqueza en el sentido de estas visiones que es dar esperanza.

Una gran visión inaugural, capítulo primero, aclamación a modo de saludo con imágenes, saludo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, lo cual indica que hay una Comunidad Eucarística, una asamblea litúrgica reunida.

Este capítulo primero es muy parecido al prólogo del Evangelio de San Juan, y con tantos otros textos neotestamentarios que dan el sentido a modo de resumen de toda la obra.  Esto ocurre en el inicio de la Carta a los Efesios, también la de los Colosenses, entre otros, pero en especial con el primer escrito cristiano, la Carta primera a los Tesalonicenses, y en el capítulo cuarto y quinto el género literario es apocalíptico.

Con semejanza al Evangelio de San Juan que en el capítulo primero y el capítulo 21, añadidos posteriores al gran entramado de la obra, el Apocalipsis de San Juan tiene de forma litúrgica orante un prólogo y un epílogo.

Un compendio muy denso de toda la obra al principio y al final de manera celebrativa, estilo de la época de estos de estos primeros siglos de la Iglesia.

Capitulo primero, gran visión del versículo 9 al 20, del apocalipsis. Está el personaje sujeto y objeto. Es decir, lo es todo, Jesucristo, el hijo del hombre, el que vive, el Viviente que estuvo muerto y vive para siempre. El que tiene en sus manos como dice el el versículo 13, las llaves de la muerte y del abismo.

Todos títulos para el Resucitado. Títulos, como se les llaman en el estudio de la ciencia de la persona de Cristo Jesús, títulos cristológicos los títulos que en la fe cristiana solamente se le adjudican al Hijo de la Virgen María.

Títulos, muchos de ellos que en otros momentos, en otras culturas, en otras religiones previos a la fe cristiana, y también paralelos a ella, se aplicaban a los mesías, reyes, emperadores, líderes religiosos, sacerdotes, profetas como salvadores del pueblo oprimido.

Solamente a Cristo se le aplican estos títulos hoy en día en quien está la fuente y fuerza de toda vida. Recordemos que en la antigüedad las mediaciones, los signos los gestos, los símbolos, eran las vías, como en el día de hoy, aunque lo que pasen por desapercibidos, en las ceremonias, rituales y liturgias de la intervención divina. Para la Iglesia Católica la plenitud se encuentra en Cristo, Dueño y Señor en todo y de todos, resurrección después de pasar por los valles y las sombras de muerte.

Al final del libro del Apocalipsis, en continuidad con el capítulo 1, separadas por dos secciones diferenciadas, encontramos como mapa de ruta el capítulo y el capítulo 3, las 7 Cartas a las Iglesias del Asia Menor, de tradición joánica, que conforman una unidad con el capítulo primero, para dar paso al cuerpo de del desarrollo de todo el libro del Apocalipsis en el capítulo 4. 

El capítulo último es el epílogo, la conclusión, la visión final, la gran liturgia triunfal. Los versículos del 12 al 20 develan a la novia, a la futura esposa, a la Jerusalén Celestial, objeto de una sinfonía a modo de clímax de emoción, de conclusión feliz, conforme con la visión inicial y la completa. Aquí aparecen otros títulos tan propios de la cultura y del mundo griego y su connotación filosófica: Cristo el Alfa y la Omega, Cristo el primero y el último, Cristo el principio y el fin. Aparece con este título cristológico del Yo soy, implícito a lo largo de toda la obra de manera intencional.

Aquí se proclama la última de las 7 bienaventuranzas del Apocalipsis de San Juan las 7 felicidades o dichas tan propia de la literatura sapiencial del Antiguo Testamento y del Evangelio de San Mateo que lleva a plenitud toda la enseñanza de los maestros o rabinos.

La última bienaventuranza del Apocalipsis: Dichosos los que laven sus vestiduras para tener derecho al Árbol de la vida y poder entrar en la ciudad.

Aparecen constantemente en el libro del Apocalipsis números simbólicos, 7, 6 y todos los números hasta llegar incluso al único.  Termina este texto sagrado con la siempre invocación a la Venida del Señor, a su llegada inminente, aclamación comunitaria del Espíritu y la Esposa que claman impacientemente: Amén, ¡Ven Señor Jesús!

CONTINUARA…

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